viernes, 31 de octubre de 2014

Breve historia sobre las moteras

«A veces, escribir es como imaginar a Virginia Woolf pilotando una motocicleta». 
Marianne Gingher.

Déjalo todo. Piensa en motocicletas. Seguro que se te han venido a la mente imágenes de los apasionantes logros que pueblan este deporte de motor, y que últimamente recaen casi de manera obligatoria en motoristas españoles.



Que si Marc Márquez es el piloto más joven en ganar dos Campeonatos del Mundo de MotoGP, además de haber sido campeón en las otras dos categorías. Que siMaverick Viñales ha sido el más joven en ganar dos grandes premios consecutivos (por no hablar de su fascinante nombre de pila). Los que somos un poco más viejunos, solemos acordarnos de las encarnizadas batallas que Sito Pons y Joan Garriga entablaban sobre el asfalto a finales de los 80. E incluso de los trece (sí, trece) campeonatos que Ángel Nieto ganó subido a lomos de una Derbi que era más pequeña que su casco.

Si obviamos el deporte de competición, las motos han sido –y son- un icono de primer orden para la cultura audiovisual. Desde el salto a la libertad que intentabaSteve McQueen para escapar de un campo de prisioneros nazi en La gran evasión, hasta la icónica efigie de Marlon Brando con su chupa de cuero Perfecto y su Triumph en Salvaje, pasando por Mickey Rourke en La ley de la calle o las choppersde Dennis Hopper y Peter Fonda en Easy Rider.

Incluso en la televisión nos encontramos con las Harleys de Sons of Anarchy, que son tan protagonistas como sus rudos jinetes; aunque no tanto como la Honda parlante de El Halcon Callejero, serie de los 80 que intentaba aprovecharse del éxito de El coche fantástico y que era tan ridícula como su inspiración, pero con mucho menor éxito.


En definitiva, que las motos son un sólido pilar de la cultura masculina. Es más, si pensamos –o buscamos- imágenes de mujeres y motocicletas, lo más probable es que nos aparezca una estupenda señorita en bikini con unos taconazos de aúpa al lado de la moto. Y en una postura realmente poco recomendable para su pilotaje.

De hecho, en 2013, el concesionario Motocorsa de Portland realizó una sesión de fotos en la que, para anunciar la Ducati Panigale 1199, colocó a mecánicos de su taller con la misma ropa y en las mismas poses que poco antes había realizado una modelo. El resultado es tan divertido como ridículo, pero también sirve para poner de manifiesto el imperante sexismo que inunda la cultura motera.

Sin embargo, lo que a lo mejor no sabías es que las mujeres han pilotado motos prácticamente desde que la compañía británica Royal Enfield decidió ponerle motor a una de sus bicicletas. Esta es la breve historia de algunas de esas mujeres que fueron pioneras en un mundo eminentemente masculino y, a menudo, machista.

Dot Robinson. Fundadora del primer club motociclista femenino

Podría decirse que Dorothy ‘Dot’ Robinson estaba destinada a ser motera desde la cuna. En realidad, desde antes de la cuna. Cuando su madre se puso de parto un 22 de abril de 1912 en Melbourne, su padre, James Goulding, la puso en un sidecar y condujo a toda velocidad hacia el hospital.


La familia se mudó a Estados Unidos en 1918 donde abrieron un taller de motocicletas. Así, la pequeña Dot estuvo rodeada de ruedas y manillares durante toda su infancia y adolescencia. Con 18 años ganó su primer trofeo en la prueba de resistencia de las 100 millas de Flint, y con 28 fue la primera mujer en ganar una prueba de la AMA, la American Motorcycle Association.

Al poco de casarse con Earl Robinson, ambos se trasladaron a Detroit donde abrieron un concesionario Harley-Davidson que llevaron juntos hasta 1971.


Robinson está considerada «la Primera Dama del Motociclismo» por sus logros competitivos y también por ser un estandarte de la visibilidad de las moteras. Sobre todo porque fue la fundadora y primera presidenta de las Motor Maids, el primer club motociclista femenino del mundo. Creado en 1940, cincuenta y una mujeres iniciaron la andadura de las Motor Maids y, desde su inicio, sirvieron como incentivo para que otras féminas se decidiesen a pilotar motocicletas. En la actualidad, las Motor Maids son más de 1.200 mujeres repartiendo su amor por las dos ruedas a través de las carreteras de Estados Unidos y Canadá.

Bessie Stringfield. Pionera en más de un sentido

La historia de Bessie Stringfield es tan fascinante que sorprende que aún no hayan rodado una película de su vida.

Nacida en 1911, quedó huérfana a los cinco años para ser adoptada por una mujer soltera de Boston. Tenía 16 años cuando se subió por primera vez a una moto –una Indian Scout-. En los años 30 y 40 se cruzó los Estados Unidos en solitario por ocho rutas distintas.

Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como correo motorizado civil para el ejército, siendo la única mujer de su unidad. En la década de los 50, se trasladó a Miami donde fundó el Iron Horse Motorcycle Club. Allí se la llegó a conocer como «la Reina de las Motos de Miami» y también como «la Reina Negra de las Motocicletas»

Porque Bessie Stringfield había nacido en Jamaica y sí, era negra.


Una mujer negra rodando en los años 50 por las carreteras de un país en el que la mitad de sus estados aún tenían institucionalizada la segregación racial. Una mujer que, por el color de su piel, fue derribada de su moto en más de una ocasión. Una persona a la que, por su condición de mujer, se le denegó el premio en metálico de la carrera que ganó en 1953, y en la que participó disfrazada de hombre. Una mujer que tenía el corazón más grande de lo normal.

Literalmente. Stringfield estaba aquejada de una dolencia en el corazón derivada del excesivo tamaño de su músculo cardiaco. Hasta el punto de que los médicos le conminaron muchas veces a que abandonase de una vez su Harley. «Si dejo de montar en moto, entonces dejo de vivir», les contestó. Y debió tener razón, porque Bessie Stringfield –o como le gustaba que la llamasen: ‘BB’- murió en 1993 a los 82 años de edad.

Sally Halterman y la lucha por obtener el carnet de moto

En 1900 Anne French fue la primera mujer a la que se le concedió permiso de conducir automóviles. Tuvieron que pasar 37 años para que, en Washington D.C, Sally Halterman obtuviese el primer carnet para pilotar motocicletas que se expidió en los Estados Unidos. «Ni siquiera mide un metro y medio» le espetaron cada vez que acudía a la oficina de tráfico. «Solo pesa 39 kilos» añadían cuando rechazaban su solicitud.

Pero a Halterman le daba igual. En su cuerpo menudo había una mujer firme y testaruda. Llevaba al manillar de una motocicleta desde 1928, siempre sin permiso de conducción -como otras tantas mujeres en Norteamérica- pero un día decidió que el paso necesario pasaba por visibilizarse a ella misma, y también a todas las demás. Primero la dijeron que era muy joven, luego que era muy liviana. Pasó con holgura todas las pruebas teóricas, pero se negaron a que realizase las pruebas prácticas. Así que llamó a un abogado y el 10 de septiembre de 1937 se presentó en su oficina de tráfico.

El policía encargado de examinarla se negó a subirse en el sidecar con ella, por miedo a que diesen con sus huesos en la calzada. Pero Halterman hizo el examen práctico. Vaya que si lo hizo.

«Señora, pilota usted tan bien como lo haría un hombre» dijo el examinador al terminar el test. «Su conducción es equilibrada y conoce muy bien la máquina, pero no le he visto arrancarla, así que no puedo concederle el permiso» añadió. En ese momento, y en presencia de su propio abogado, Sally Halterman le dedicó al policía tal retahíla de insultos a voz en grito que al agente de la ley no le quedó más remedio que tragarse sus palabras y, efectivamente, expedirla el carnet para conducir motocicletas.


Fay Taylour. La reina del dirt track

Nacida en Irlanda en 1904, Fay Taylour fue uno de los pilotos más famosos del circuito internacional de velocidad. El deporte se había creado en la década de los 10 pero, en pocos años, se hizo enormemente popular por toda la Commonwealth, especialmente Inglaterra, Nueva Zelanda y Australia, su país de nacimiento.

Era tal su impacto que a los circuitos, habitualmente de tierra o ceniza, se congregaban entre mil y tres mil espectadores. Hasta que llegaron los años 20 y apareció ‘Flying’ Fay Taylour.

Taylour compitió en decenas de carreras por todo el mundo y ganó un buen número de ellas. Su destreza en el manillar acabó siendo el principal reclamo y atracción de las pruebas en dirt track, hasta el punto de que llegó a convocar a públicos de más de 20.000 personas.

En 1930, en una entrevista concedida para la prensa australiana, Fay Taylour dijo: «Quizá las carreras en pista de tierra sean esencialmente para hombres, porque son más fuertes y resisten mejor la inercia, pero no creo que tengan que ser un tabú para cualquier mujer que quiera demostrarse capaz de afrontarlas».

Della Crewe y su perro Problemas

No, no es un chiste de Los Simpson, es el verdadero nombre del perro que acompañó a Della Crewe por su viaje a través de los Estados Unidos hace casi cien años.

La joven texana quería ver el país, pero los trenes y los barcos de vapor le parecían demasiado caros, además de aburridos. Así que un 24 de junio de 1915, Crewe se subió a su moto, llenó el sidecar con sesenta kilos de equipaje y siete kilos de perrito y salió de su Waco natal con el objetivo de llegar hasta Nueva York.


El viaje de Della y Trouble no fue lo que se dice un camino asfaltado. Precisamente porque, en 1915, la mayoría de las carreteras ni siquiera tenían asfalto. A lo largo de más de seis meses y tres estaciones, la Harley subió montañas y bajó colinas, sus ruedas quedaron entrampadas en el barro lluvioso de las pistas del Medio Oeste, el perro sufrió una infección bucal cerca de Indiana y a ambos les pilló una formidable tormenta de nieve que les retuvo durante varios días en una granja de Ohio.

Pero al final llegaron. 8.655 kilómetros entre Waco y Nueva York. «He tenido un viaje glorioso» Declaró ante una pequeña multitud que se congregó para recibirla. «Mi salud es perfecta y mi deseo de seguir adelante es más fuerte que nunca».


Porque ahora es muy frecuente encontrarnos a mujeres motociclistas circulando por nuestras carreteras. Incluso la mayoría de las marcas fabrican modelos específicamente dirigidos al público femenino. Pero para llegar hasta aquí fueron necesarias muchas mujeres. Pioneras como las que hemos visto en este artículo. O como la británica Lady Warren, que en 1921 condujo en solitario por el Sahara. O como las hermanas Augusta y Adeline Van Buren, que recorrieron 5.500 millas en tan solo 60 días por las azarosas carreteras de 1916. O como la escritora catalanaZenobia Camprubí, que condujo la moto de Juan Ramón Jiménez por la España republicana.

Mujeres que pilotaban en carreras, pero no podían obtener el permiso de conducir. Mujeres que manejaban motocicletas años antes de que les estuviese permitido votar. Mujeres cuyo deseo de seguir adelante siempre fue más fuerte que nunca.

Extraido de Yorokobu

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