Además vamos a descubrir el secreto de David para tener un cutis tan terso y suave. Y si funciona para que crezca el pelo……yo también me apunto. Anda que no.
Viaje a Islandia en moto. Cap. 5 y 6. Menudo sitio para dormir
VIAJE A ISLANDIA EN MOTO. Cap. 5
Seguimos recorriendo Islandia en moto. Y deberías echar un ojo a los capítulos anteriores
Aquel amanecer dentro de la burbuja fue aleccionador, a pesar de un cierto cansancio, porque dormimos a ratos. Por las fechas que eran, y la latitud en que nos encontrábamos, sólo habíamos visto el Sol de media noche…
Lentamente, como siguiendo un ritual, nos pusimos a cargar la Perla. Abandonamos con nostalgia aquel paraíso en la tierra y en la primera gasolinera llenamos de combustible la Perla, y nuestros estómagos de un café aguado. ¡Cuánto hemos echado a faltar nuestros cafés de España!
Nuestro primer objetivo de aquella jornada era contemplar Flosagjà, la falla que separa las masas continentales de Europa y América. No existe otro lugar del mundo en donde se pueda ver con tanta claridad el choque de placas. ¡Espectacular es poco!
Allí mismo tenemos una grieta llena de agua que parece cristal, la cruzamos por un puente y nos adentramos en una explanada donde hay una iglesia, riachuelos de aguas transparentes, caminos y al fondo una pared de roca. Si miramos la grieta llena de agua parece que es la falla de los continentes pero si ampliamos el campo de visión nos damos cuenta que este valle es la falla realmente y que estamos dentro de ella.
Quisimos inmortalizar aquel lugar haciendo sobrevolar el dron y captar algunas inolvidables imágenes, pero una señora nos explicó amablemente que allí estaba prohibido; y lo volvimos a colocar en el topcase, para poner seguidamente rumbo a Reikiavik.
Llegamos a la capital islandesa por su sector NE. Todo el paisaje está abierto por pequeños cráteres; da la sensación que infinidad de chimeneas volcánicas hubiesen entraron en erupción al unísono en épocas pasadas. Sobre un suelo pedregoso de color marrón oscuro, el verde del musgo ha ido avanzando algo increíble que nuestros ojos no estaban acostumbrados pese al llevar ya unos días contemplando paisajes asombrosos.
Ya dentro del casco urbano de la capital, Reikiavik nos sorprendió por la escasa densidad de tráfico rodado. Llegamos a Sólfariô (Viajero del Sol). En su concepción, la obra evoca un territorio salvaje por descubrir, un sueño lleno de esperanza, y también de progreso y libertad. Esta colosal escultura se levanta a pocos metros del paseo marítimo, y muy cerca del centro urbano. Allí nos hicimos unas fotos y comenzamos a entablar conversación con otros españoles que estaban en Reikiavik. Al poco nos llamó la atención la callada presencia de un pescador, sentado sobre la cornisa del espigón; no dejaba de lanzar la caña sobre las limpias aguas del mar sacando a menudo el sedal con una pieza; en sólo cinco minutos había capturado una decena de peces… Era más fácil probar suerte con la caña, que ir a la mercadería a comprar los peces para la cena; al menos, mucho más barato, porque el coste de la vida en Islandia es muy elevado. Después de acompañar al pescador unos minutos, y de contemplar un tanto asombrados cómo llenaba su canasta de pescado fresco, tras pasar de nuevo por la escultura del “Viajero del Sol”, nos dirigimos a un puesto de perritos calientes; calificados como los mejores del mundo, según palabras del mismísimo Bill Clinton, cuando visitó la capital islandesa.
No lejos de allí, en una recoleta plaza, donde nos costó trabajo encontrarle un hueco a la Perla, tomamos asiento en uno de los tres bancos con mesas, y en un chiringuito pequeño hicimos cola para adquirir los solicitamos perritos calientes. Nos colocamos en aquella ordenada cola, para pedir los perritos calientes con toda su guarnición y dos refrescos. La verdad es que aquellos perritos no tienen ningún misterio, sin duda lo que los hacen tan suculentos es la salsa que los cubren, toda una delicia para el gusto, y más cuando se tenía tanto apetito.
Con el estómago bien lleno era más fácil ver las cosas de otra forma, y no tardamos en dirigirnos a Hallgrimskirkja, la “Catedral de Reikiavik”; en realidad es una iglesia que, con sus 74,5 metros de altura, es el edificio más elevado de Islandia.
Después ponemos rumbo al Blue Lagoon, estación termal situada a 48 km de Reikiavik. Eran las 16:00h, y disponíamos de toda la tarde para disfrutar de un gratificante baño mineromedicinal. El sendero que llevaba a Blue Lagoon estaba lleno de grietas y fisuras, como las escamas de un pastel que se abre con el calor del horno, por lo que debíamos conducir con precaución. Comenzó a llover, y al poco vimos en el horizonte unas columnas de vapor de agua que se elevaban hacia el frío cielo. Pasamos por el desvío hacia los baños, pero no giramos, porque decidimos ir primero a la Guest-House, que está a sólo 6 km, y dejar las bolsas.
Era una casita de madera muy acogedora, al lado del pequeño pueblo de Grindavik. Hablamos con la dueña y nos dijo que para acceder al Blue Lagoon era preciso hacer la reserva con tiempo a través de la página web; no tardamos en verla, y darnos cuenta que estaba todo lleno hasta las 23:00h; pero estábamos allí, y no queríamos entregar las armas, sin luchar.
Volvimos al cruce por la pista asfáltica que se abre camino entre campos de musgo. No habíamos visto antes tanto musgo junto; era un musgo de 20 cm de grosor.
La pequeña montaña que resguarda al complejo termal de Blue Lagoon era, en realidad, un volcán. Entramos a aquel paraíso por el camino rodeado de rocas y bombas volcánicas, y alcanzamos el acceso con los enseres a punto para darnos un gratificante baño; pero nos informan que las entradas sólo podían sacarse a través de Internet, que no hay taquilla, y había que hacerlo por la web y que estaban llenos. Nos vamos al bar, nos conectamos a la wifi (nota para el navegante la wifi es gratuita en todos los sitios de Islandia que hemos estado) y volvemos a ver las entradas a las 23h; decidimos comprarlas. Son las seis de la tarde y tenemos mucho tiempo por delante hasta la hora del baño, así que decidimos dar una vuelta y buscar un lugar para cenar.
Sin darnos cuenta llegó la hora del baño; el cielo estaba en un crepúsculo infinito, momento mágico en que el cielo parece alcanzar la plenitud cromática. Las instalaciones del Blue Lagoon eran de primera. Y por fin nos introducimos en la Laguna Azul. Es un balneario geotermal situado al suroeste de Islandia, y uno de los más al norte en el globo terráqueo, que se ha convertido en una de las atracciones más visitadas del país, donde las vaporosas aguas son parte de una formación interna de lava. Las aguas templadas son ricas en minerales como sílice y azufre. Bañarse en estas aguas dice que ayuda a personas que padecen de enfermedades de la piel como la psoriasis, como ocurre con las aguas del Mar Muerto. La temperatura del agua en el baño y la zona de natación de la laguna es de 40 °C, de media. La sensación es más que placentera. El agua caliente, el cielo casi a punto de romper entre la luz y la oscuridad, mientras nosotros disfrutamos del baño y las mascarillas de sílice.
Como podéis imaginar, aquella jornada, antes de llegar a la cama ya estábamos durmiendo…
Cómo ya os he anunciado, en este vídeo vamos a ver el secreto de la juventud de David. Por eso ya decía yo que lo veía mas guapo después de este viaje
VIAJE A ISLANDIA EN MOTO. Cap. 5
VIAJE EN MOTO A ISLANDIA . Cap 6
A la mañana siguiente, comenzamos el viaje por la costa meridional de la isla; la temperatura era algo más cálida (15ºC); notamos una mayor densidad humana; en el paisaje, más personas viviendo y menos ovejas pastando.
La carretera que une todo el sur de Islandia es impresionante, y el paisaje va “in crescendo”, como dicen los italianos; cualquier lugar es digno de ser inmortalizado en una postal o foto de catálogo. A nuestra derecha, la inmensidad de un mar que se pierde en el horizonte, y a nuestra izquierda de marcha, bravíos acantilados de roca volcánica cubiertos de líquenes y musgos que buscan afanosamente morir en el océano; en medio, playas de arena negra. Nos faltaban las palabras para describirlo.
La N-I nos llevó a la cascada de Seljalandsfoss, cuya espuma ya sobresalía sobre las rocas y se hacía más grande a medida de que nos acercábamos. Una de las cosas que más nos impresiona es que todo está al lado; el mismo parking de la cascada se encontraba a unos 80 metros de la misma…
En esta cascada se puede pasar por detrás y la caída es de 60 metros. Nos ponemos a volar el dron para sacar unas vistas increíbles y al poco el dron se cae a plomo. Menos mal que no estaba muy alto y el suelo es césped… lo revisamos, cambiamos baterías y hace lo mismo, el motor delantero derecho está roto (eso marca la app que hace el check) decidimos guardarlo… será otra víctima de la F35? lo volvimos a meter en el topcase.
Después de volver a la N1 y seguir por la costa sur llegamos al volcán Eyjafjallajökull. Os acordáis que en 2010 dejó los cielos de Europa sin tráfico aéreo, él solito!!! Pues aquí estamos en su falda admirando su obra plasmada en un pequeño museo.
Tras la pausa del impronunciable nombre del volcán volvemos a la ruta para llegar a la cascada de Skógafoss. Os diremos que teníamos muchísimas ganas de llegar aquí, son esas ilusiones del viaje cuando lo planeas, ves fotos de sitios y hay uno que te marca más que los demás; Skógafoss es uno de ellos.
La carretera tiene el mismo decorado que el de la mañana; tenemos el mar a la derecha y a la izquierda vamos cambiando entre playas negras, verdes montañas y acantilados… en uno de ellos a mano izquierda lo pasamos dejando a la vista la majestuosidad de la cascada de Skógafoss…; más grande del país con una anchura de 25 metros y una caída de 60 metros.
El espectáculo merece la pena, Montse sube hasta el mismo borde del salto y hace algunas fotos; yo me quedo en la parte de abajo realizando un “time-lapse” para el vídeo. Hay una zona verde donde la gente acampa a pie de la cascada, tiene que ser brutal pasar la noche en este lugar escuchando de fondo el agua…
La Nacional 1 nos espera, continuamos bordeando el sur de la isla y llegamos al desvío del camino que lleva al avión estrellado en la playa de arena negra. Es un DC-3 del ejército norteamericano que se estrelló en la playa de Sólheimasandur hace 40 años y los restos están allí. Pero el camino está cerrado y ahora hay que ir andando (como una hora de ida y otra de vuelta); a nuestro pesar decidimos dejar abandonado el avión a su suerte.
Con un poco de decepción ya que nos hubiese gustado visitar el avión seguimos camino a la playa de arena negra Reynisfjara. Llama la atención del lugar el color de la arena de origen volcánico, pero sobre todo las caprichosas formas de las rocas (columnas de basalto negro) que conforman muchos trozos del acantilado. En este bello antojo o capricho de la naturaleza se localiza una de las colonias de frailecillos (Fratercula arctica) o puffins (en inglés). Estás pequeñas y simpáticas aves, que se han convertido en todo un símbolo de Islandia. Dado que nos encontrábamos en pleno periodo reproductor por lo que pudimos ver algunos individuos sobrevolando por encima de nuestras cabezas.
En la misma playa hay un restaurante en el cual cenamos (según la hora española sería la merienda) y curiosamente el camarero era sevillano… que ilusión ver un sevillano en Islandia!!!
Después de la cena fuimos a ver la iglesia del pueblo de Vik i Myrdal. La iglesia se halla coronando una colina y una foto espectacular es subir hasta el cementerio donde hay una vista de la iglesia, el pueblo debajo y al fondo la playa negra… os hemos dicho que aquí las fotos son de postal?
Cuidado con los caballos cuando les dais de comer. No vaya a ser que se descuiden y os coman un dedo.
VIAJE A ISLANDIA EN MOTO. Cap. 6
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